Parashiot Vayakhel – Pekudei

9 marzo, 2021

Roma y Jerusalem

Roma y Jerusalem representan dos paradigmas de belleza, dos culturas que desde tiempos inmemoriales simbolizan modelos contrapuestos acerca del ser humano y lo divino:
Roma nos habla de la belleza de lo externo y lo pasajero. Una belleza para una elite. Una belleza que proviene de la explotación del cuerpo, y cuyo exponente máximo es el gladiador, el guerrero entrenado en el arte de la competencia y la conquista,  en el ganar y en el derrotar. El objetivo de este tipo de belleza es la fama y el poder.
Jerusalem nos habla de la belleza de lo interno, de lo eterno y el misterio. Una belleza al alcance de todos. Una belleza que deviene del trabajo del alma y cuyo paradigma es el sabio y el artista, entrenados en el arte de la introspección, el estudio y la enseñanza de la Tora, es decir, de la creación, el compartir y la entrega. Su objetivo es acercarse a Dios, imitar sus midot – sus cualidades- y apegarse a Él.
La Torá nos cuenta esta semana quienes fueron los artistas que construyeron el Mishkán, el Tabernáculo móvil que acompañó a Bnei Israel durante su travesía  por el desierto. Más adelante, en tiempos del Rey Shlomo, el Tabernáculo serviría de modelo para la construcción del Beit HaMikdash, el Gran Templo de Jerusalem.
El Talmud nos propone pensar al Mishkán como un microcosmos del Universo, su construcción recrea la Creación del mundo, e implica una tarea humana que refleja un acto divino (Brajot 55) Entonces, ¿Quién podría hacerse cargo de tamaña tarea? ¿Qué habilidades excepcionales serían necesarias para ser capaz de construir el Tabernáculo?.
Es preciso alguien que intente apegarse a Dios, comprender sus indicaciones y designios. Alguien que sea un instrumento, como nos enseña Julia Cameron: “el artista canaliza la creatividad divina, sus sueños provienen de Dios y a través de la creatividad, sirve a Él” (El camino del artista).
“Dijo Moshé a los hijos de Israel: Mirad, ha designado Adonai a Betzalel, hijo de Uri, hijo de Hur, de la tribu de Iehudá. Y lo ha colmado con espíritu divino: con sabiduría, con entendimiento, con comprensión y con habilidad  en toda labor. (…) A él y a Aholiav, hijo de Ahisamaj de la tribu de Dan, los ha colmado con sabiduría de corazón.” (Shemot  35: 30-35)
¿Quién es Betzalel? Betzalel es hijo del paradigma representado por Jerusalem. Él simboliza la belleza interna, es capaz de crear los utensilios necesarios para que esa belleza se haga visible para todos, y así  la luz de la Creación pueda brillar en el universo.
En su nombre, está escrito su futuro: Be -Tzel – El, Tzel en hebreo significa sombra y El es uno de los nombres de Dios. Betzalel es entonces “quien está a la sombra de Dios”. Él es sabio, puede aprender de los demás, de sí mismo y recibir de Dios “sabiduría de corazón”, dones puestos al servicio del espíritu y del Pueblo de Israel.
Nuestra época actual nos lleva a admirar y elogiar el paradigma de belleza asociado con Roma, perseguimos una belleza basada en la pura estética, el dinero y el status. Esto nos convierte en “guerreros” obsesionados con el éxito, que compiten sin mirar el alto precio a pagar por tanta lucha.
Nuestro desafío es crear en nuestros corazones, nuestras familias y comunidades un Jerusalem que sea un oasis de paz y espiritualidad, celebrando en nuestras vidas una belleza que nace del alma y es pura entrega. Entonces seremos dignos hijos e hijas de Betzalel ben Uri.
Raba Marcela Guralnik
Directora del Centro de la Mujer
Seminario Rabínico Latinoamericano