Resumen Parashat Vayetzé

24 noviembre, 2017

Soy Iehudí, soy Iehuda.

¿Qué es ser judío? Está pregunta es el titulo de decenas de charlas, conferencias y artículos que se repiten en cada uno de los cuatro puntos cardinales anualmente. Puede haber tantas definiciones a esta pregunta como judíos hay. Hoy quiero, sin embargo, compartirles la definición que nos regala la madre de Iehuda, Lea, que es quien le pone el nombre a su hijo y como consecuencia a todo nuestro pueblo.
Somos descendientes de Abraham pero no somos llamados normalmente “Abrahamitas”.
Somos descendientes de Itzjak pero no somos llamados “Itzjakitas”.
Somos descendientes de Iaakov-Israel y si bien uno de los nombres de nuestro pueblo en varios idiomas es “Israel” en la gran mayoría de los idiomas (incluido el hebreo) somos conocidos como uno de sus hijos como Iehudim-judíos. Por diversas viscisitudes de la historia este es nuestro nombre (no entraremos aquí en esos detalles).
Somos Iehudim descendientes de Iehuda el cuarto hijo de nuestra matriarca Lea.
Cuando nace Iehuda Lea explica por qué decidió ponerle este nombre: “Esta vez alabaré [Hodé] a Adonai; por esto llamó su nombre Iehudá….” (Génesis 29:35). Según Rashí (ver su comentario Ibíd 29:34-35) las matriarcas eran profetas y Lea comprendió que si Iaakov habría de tener 12 hijos y estaría casado con cuatro mujeres cada una debiera tener tres pero ella, con Iehuda, ya tuvo el cuarto. Y por eso, como dice Rashí: “Agradece por cuanto Dios le dió más que su porción”. Agradece porque tiene más de lo que esperaba, más de lo que merecía.
Y eso es parte del ser judío, del ser Iehudí, tener la capacidad siempre de reconocer cada día que tenemos más que nuestra porción. Debemos agradecer por lo que nos sobra y no quejarnos por lo que nos falta. Eso es ser agradecido, reconocer que tenemos más de lo que nos merecemos. Esa es la esencia de nuestro nombre, del ser Iehudí: agradecer.
Sforno, otro comentarista medieval, encuentra otro mensaje inscripto en el nombre de Iehudá: el nombre inefable de Dios. En la escencia de nuestro nombre se encuentra el nombre sagrado de Dios. Traer a Dios a este mundo es parte de nuestra tarea y misión sagrada.
¿Cómo integramos ambas nociones? Con la “Dalet” que nos sobra ¡Que sobra como las bendiciones en nuestra vida! El nombre de Iehuda se compone de las cuatro letras del nombre de Dios I-H-V-H y una Dalet. Según algunos sabios de nuestra tradición la Dalet nos recuerda nuestra pobreza (Dal en hebreo es pobre). Somos pobres en acciones en comparación a todas las bendiciones en nuestra vida. Tenemos una deuda infinita con Dios, recibimos a diario “más que nuestra porción”.
¿Y de qué forma agradecemos entonces? La tradición nos propone algunas formas hoy les comparto tan solo una de ellas: bendiciendo sobre cada alimento y cada suceso que nos ocurre a diario. No digamos “gracias por todo”, agradezcamos en detalle. Demos gracias cien veces al día. Utilicemos las bendiciones que escribieron nuestros sabios hace más de 2000 años para reconocer una a una las bendiciones que tenemos en nuestras vidas. Al comenzar a bendecir por cada alimento, cada vez que uno sale del baño, cada vez que uno estudia Torá, cada vez que uno se levanta, cada vez que uno se va a dormir -y así podríamos seguir…-, comenzamos a darnos cuenta de que todos tenemos algo por lo cual agradecer a diario.
Shabbat Shalom u Mevoraj!
Rab. Uriel Romano