Resumen Parashat Ki Tavó

19 septiembre, 2019

Parashat Ki Tavó – Rabino Meir Szames

Esta parashá está encabezada por la mitzvá de los Bikurim, las primicias. La misma consistía en tomar los primeros frutos de la tierra, y llevarlos en ofrenda de Primicias al Beit HaMikdash, Santuario de Jerusalén. Así lo ordena la Torá en Shemot-Exodo 23:19 “Los primeros frutos de las primicias de tu tierra habrás de traer al Santuario de Ado-nai, tu Dios”.

Los Bikurim podían ser llevados del modo que quisieran hasta Jerusalén, pero una vez llegado al Monte del Templo, la persona tenía que tomar el canasto o cesta de Bikurim y ponérselo al hombro. Una vez que lo tenía en su hombro decía ‘He manifestado hoy ante Ado-nai tu Dios, que he venido a la tierra que había prometido Ado-nai -a nuestros patriarcas- conceder a nosotros”, luego se lo entregaba al cohen (sacerdote) para que ofrezca estos Bikurim, y luego pronunciaba la frase de aramí obed abí “Arameo, extraviado era mi patriarca…” (Versículos 5 a 10).

Toda una muestra de cómo la Torá nos llama a la reflexión y a la humildad: Llegando a la tierra de tus sueños, a la Tierra Prometida, no te olvides de cómo llegaste hasta allí. Ponerse el canasto al hombro, hacer una declaración pública. Todo el ritual tiene un fuerte significado.

Otro tipo de respuesta también puede ser dada. Menos dirigida a lo estrictamente legal, la encontramos en el tratado talmúdico de Ketuvot 105b: “Todo el que trae un regalo a un talmid jajam (sabio) es como si ofreciera una ofrenda de Bikurim (primicias)”.

Se cuenta que el rabino Tzadok HaCohen de Lublín era muy cuidadoso de lo que sacaba provecho de los bienes ajenos, y no recibía “pidionim”, regalos de sus jasidim (seguidores). El único tipo de “pidión” que recibía era el “pidión haben” (consistía en cinco monedas de plata que eran entregadas a un sacerdote por el padre de un hijo primogénito al mes de nacido, ver Exodo 13:13), ya que la Torá lo había privilegiado con ese dinero por ser cohen (sacerdote). Y el dinero recibido en concepto de pidion haben solamente lo utilizaba para comprarse libros, y no utilizaba ese dinero para otras necesidades. Lo que necesitaba para vivir lo conseguía de lo que vendía su negocio familiar a cargo de su señora (era un negocio de venta de ropa usada). Cuando falleció su esposa, sus jasidim tuvieron la intención de mantenerlo de forma suntuosa, pero él se negó y rechazó esta idea. Entonces fue que uno de sus seguidores se ofreció como voluntario para atender el negocio familiar, en lugar de su difunta esposa, y esto sí fue aceptado por el rabino, con la condición de que le entregue sólo lo que necesitaba para cubrir sus necesidades básicas, las cuales de por sí eran muy pocas: una comida por día, al anochecer, y esta cena consistía en té y una panecillo o un poco de estofado de sémola.

Sucedió otra vez, que un jasid quiso obsequiarle una botella de aceite de oliva y una lata de pescado muy cara. Cómo sabía que no se lo iba a aceptar, tuvo una idea y le dijo: ‘He aquí que traigo mis Bikurim, como dijeron Nuestros Sabios de bendita memoria: “Todo el que trae un regalo a un sabio es como si ofreciera una ofrenda de Bikurim”’. Y como el rabino conocía la cita del Talmud recibió inmediatamente el regalo por su gran respeto por las palabras de los sabios talmúdicos. Y ese mismo Shabat, durante la cena compartida con su familia y alumnos empezó a tratar sobre este asunto y dijo: “Todo el que trae un regalo a un sabio es como si ofreciera una ofrenda de Bikurim”…Y ¿acaso soy yo un sabio? Decir que no he estudiado no me es posible, porque he estudiado, pero ¿Qué tiene si estudié? ¿Qué me corresponde si estudié? Acaso no dicen también Nuestros Sabios de bendita memoria respecto al versículo bíblico de Mishlei-Proverbios 17:16 “¿De qué sirve la riqueza en manos del necio? ¿Para adquirir sabiduría, siendo un insensato?”, se refiere a aquél que estudia Torá y no la cumple (Tratado Ioma 72b). Cuando concluyó la cena, vino uno de sus allegados y le dijo: ¡Todos quedamos conmovidos por lo que ha dicho nuestro maestro! Le respondió el rabino: ¿Y acaso puedo ser yo un mentiroso? Si es que he recibido de manos de aquél hombre el regalo, significaría que soy un talmid jajam, y yo no creo serlo, por eso me he visto obligado a decir la verdad delante de todos ustedes.

Su humildad respecto a las palabras de la Tradición es la que lo hace tomar el presente ofrecido, para no oponerse al dictamen talmúdico, y a su vez, esa misma humildad es la que le hace reconocer que a pesar de haber estudiado, no estaría dentro de la categoría de un talmid jajam, y reconocerlo lo hace sentir obligado a decir la verdad y manifestarla públicamente.

Una pregunta que se plantea en nuestros tiempos, es si hay que ofrecer Bikurim. La respuesta es negativa, por no tener ni Templo ni Altar (ver Mishne Torá Bikurim 2:2, entre otras fuentes).

La forma en que está enunciado el proceso de la ofrenda de Bikurim nos trae un mensaje potente para nuestros días: La tierra no nos pertenece, no de modo exclusivo, y no de modo eterno. No la recibimos sino a través de un devenir histórico que se remonta a nuestros padres, a nuestros próceres, a nuestros antepasados. Tener la obligación de esperar a que nazcan los primeros brotes de nuestras cosechas nos sensibiliza con la naturaleza. La forma de acercarse y reconocer que fuimos errantes, que fuimos esclavos y hoy tenemos la posibilidad de disfrutar de cierta abundancia, nos tiene que predisponer a tener una sensibilidad hacia los que no tienen, a los que hoy no cuentan con la misma fortuna que nosotros.

“De Ado-nai es la tierra y todo lo que ella contiene” (Salmos 24:1), “la tierra la entregó a los seres humanos” (Salmos 115:16). Lo que hoy tenemos materialmente es meramente circunstancial. Esta lectura de Ki Tavó llega siempre en medio del Jeshvón HaNefesh, balance del alma que realiza el pueblo judío en los días previos a la llegada de un nuevo año en Rosh HaShaná, quizás sea un momento adecuado de reconocer lo que tenemos, a los que tenemos a nuestro alrededor, reconocer nuestras debilidades y fortalezas. Comenzar un año nuevo más humildes, más conscientes.

Un año más dulce y mejor para todos.

¡Shabat Shalom uMevoraj!