Parashat Itró

12 febrero, 2020

Parashat Itró – Rab. David Arias

Cuando tenemos algo que nos pertenece y que queremos proteger, una de las cosas más difíciles de lograr, es proteger sin hacer daño. Abrazar, sin asfixiar. En la familia quizás se encuentre el ejemplo más claro, pero no por eso el más simple. Nuestros padres al crecer, hicieron todo lo posible para dejarnos crecer en una libertad segura. Dejarnos solos por completo hubiese sido un riesgo, pero por otro lado, sujetarnos con demasiada firmeza podría habernos provocado un daño irreparable. Con dedicación y paciencia nos han enseñado a volar. ¿Cómo? ¡Como las águilas!

¿Águilas? Si, resulta curioso, pero existe un tipo de águila, que enseña a volar a sus crías, no sosteniéndolas firmemente con sus garras, sino protegiéndolas con sus alas. Algunas aves transportan a sus crías o incluso a las presas que han capturado con las garras, porque temen que aquellos depredadores que vuelan más alto, puedan arrebatarles su cría o su presa. Sin embargo, hay águilas que transportan a sus crías colocándolas en sus alas, están tan seguras de si mismas y vuelan tan alto, que no temen, sino que se sienten libres. Quizás ese sea el tipo de águila al que se refiere el versículo que leemos esta semana en Parashat Itró:

“Vosotros habéis visto lo que hice a Egipto; os he alzado a vosotros sobre alas de águilas y os he traído a vosotros hacia Mí”.

(Shemot / Éxodo 19:4)

De todos los ejemplos posibles, el texto de la Torá elige el Águila, ¿Por qué?

Rashi explica, según un midrash, que todas las aves llevan a sus crías entre sus garras, puesto que temen que alguien se las pueda arrebatar, tienen miedo, sostienen con fuerza a las crías. Pero así, ellas nunca podrán aprender a volar, las garras las sujetan demasiado, pudiendo incluso provocarles daño. Sin embargo, Rashi dice que este ejemplo de águila que es mencionado en la Torá, es distinto, es aquella que no teme que las amenazas vengan desde arriba, sino desde abajo, y por lo tanto es más seguro llevarlos sobre las alas. Esta águila dice: “Si alguien quisiera hacerles daño, las protegeré con mi cuerpo”. Claro que al colocar a sus crías sobre sus alas, corre el “riesgo” de que estas tarde o temprano comiencen a volar.

Las alas de esta águila, nos enseñan que si queremos resguardar aquello que nos es preciado, no podemos hacerlo por medio de la fuerza, sino que con dedicación y con la debida certeza de que estamos en lo correcto. Incluso corriendo el riesgo de que aquello que tanto queremos, puede tomar vuelo propio. Es necesario correr ese riesgo, de lo contrario, sino fuera porque vuela junto a su águila mayor, la cría no podría aprender nunca a extender sus propias alas. Si estamos realmente seguros de lo que hacemos, y volamos lo suficientemente alto, no tendremos que preocuparnos por otros depredadores que pueden arrebatarnos aquello que es nuestro. De esta forma, seremos verdaderos protectores, puesto que las amenazas vendrán desde abajo, no desde arriba, pudiendo proteger con nuestro propio ser aquello que nos es preciado. Así hizo Dios con el pueblo de Israel.

Nosotros, ¿Cómo protegemos a los demás, a nuestros hijos, a nuestros proyectos, a nuestras cosas más preciadas, con las garras, o les permitimos sentirse seguros sobre nuestras alas?

¡Shabat Shalom!