Parashat Emor

7 mayo, 2020

Parashat Emor – Rab David Arias Weil

Con el desarrollo de las sociedades modernas, con este asunto de las “identidades líquidas” de las que hablaba el filósofo judío-polaco Zygmunt Bauman, pareciera ser que ya no queda espacio para la particularidad, menos si esta misma está asociada a prácticas judías antiguas. Quizá sea por ésta razón y por la forma en la que está compuesta la sociedad en nuestros días, que la auto-definición de ser judío es hoy más libre que nunca. Tal es así, que muchos se definirán su judaísmo como “un judaísmo de los valores”, u otro de los clásicos “para el judaísmo es un tema cultural”. En el mejor de los casos, este tipo de judaísmo carente de práctica, sobrevivirá algunas generaciones. Es un judaísmo que en mayor o menor medida le ha dado una respuesta satisfactoria, a quienes no han encontrado su espacio en el judaísmo tradicional. Son aquellos que se sienten cómodos citando frases “de la sabiduría judía” y no tienen problemas en relacionar la festividad de Sucot en la que construimos viviendas temporales, con el el asunto de los refugiados. Pero de allí a que ellos mismos hagan su propia Sucá… No, eso no! Eso los transformaría en religiosos. Es el típico judío que es capaz de decir que el judaísmo se preocupa por los animales, pero en su vida se cuestionó si vale la pena cumplir con normas de Kashrut. Son los mismos que hablan de la Tzedaká como un valor fundamental de nuestro pueblo, pero nunca separarían todos los meses parte de sus ganancias no como donación, sino como obligación ritual judía que nos ordena dárselo a los más necesitados. Hemos formado un abismo entre el conocimiento judío y la vida judía. Hoy un chico egresado de cualquier institución educativa judía (sea movimiento juvenil, colegio o comunidad) se siente profundamente judío y ese judaísmo es parte de su identidad. Pero del “sentirse judío” al “apropiarse” de nuestro judaísmo hay una brecha que debemos superar.

En la parashá de esta semana, Emor, llama la atención un breve Pasuk (versículo) que pareciera ser redundante en su planteamiento:

“Habréis de cuidar Mis preceptos y los cumpliréis, Yo soy Adonai”.

(Vaikrá / Levítico 22:31)

Si es que debemos “cuidar” los preceptos, ¿Por qué se nos ordena también “cumplirlos”? ¿Cuál es la diferencia entre ambos conceptos?. RaSHI en su comentario nos da parte de la respuesta. El término “cuidar” (ושמרתם — uShmartem) se refiere al estudio, es decir, que las mitzvot y los preceptos estén efectivamente cuidados o guardados (shmurim — שמורים) en nuestros corazones. Algo que nos entra en nuestro interior es algo que jamás podremos olvidar, tal como lo dice el libro de Proverbios: “Inclina tu oído y oye las palabras de los sabios, Y aplica tu corazón a mi conocimiento; Porque será bueno que GUARDES mis enseñanzas DENTRO de ti, y las establezcas sobre tus labios” (Mishlé 22:17–18). RaSHI entonces explica que la palabras “y los cumpliréis” se refiere a la práctica de aquellas cosas que están en nuestro interior. De esta forma aquello que está guardado en nuestro corazón se ve expresado en nuestras acciones, generando una línea fluida entre sentimiento y acción, entre estudio y práctica. No es sólo decir “soy judío de la cultura judía”, sino que es afirmar con propiedad “soy judío” y punto. No tengo que justificar mi judaísmo de ninguna forma ni agregarle adjetivos que intenten suavizar mi particularidad. Porque ¿Qué es acaso una cultura, sino idioma, comidas, literatura, una tierra y costumbres que se llevan a cabo siendo parte integral de nuestra identidad? ¿De qué nos servirá un mundo de valores que sólo se quedan siendo valores y jamás ven la luz del mundo a través de nuestras acciones?

Esta ritualidad no es en vano, y será eternamente prisionera de la rutina sino es acompañada de una intencionalidad verdadera. Al mismo tiempo esa intencionalidad nunca se hará presente si nos sentamos de brazos cruzados a esperar que venga a nosotros la inspiración divina. El capítulo 22 de Vaikrá (Levítico) es un capítulo complejo a ojos del lector moderno, y finaliza con una invitación a darle espacio a Dios en el seno de los hijos de Israel, permitiéndole a Él ser sagrado entre nosotros. Lo hacemos presente y le damos el espacio que corresponde. ¿Cómo? Según Rabi Yaakov Baal HaTurim, dice que la razón por la que inmediatamente después de este capítulo se enumeran las fiestas del calendario judío, es porque en nuestras festividades — que son la base de la práctica judía colectiva — nos reunimos a festejar y a rezar, dándole un sentido real a aquello que también fue dicho en el libro de Proverbios: “En la multitud de la gente está la gloria del rey” (ibid 14:28). Nos reunimos, las fiestas las celebramos juntos, en comunidad, en conjunto, permitiéndole a Dios hacerse presente en nuestras vidas, haciendo que se consagre en el seno de la congregación de los hijos de Israel.

Guardar y cumplir.

Valores y prácticas.

Culturas y ritos.

Individuales y colectivos.

En una afluente que intenta no irse a ninguno de los polos, sino delicadamente fluir en equilibrio, así nos construimos como judíos.

Shabbat Shalom