Parashat Behar-Bejukotai

14 mayo, 2020

Parashat Behar-Bejukotai – Rabino Mariano del Prado

La imagen queda grabada en mi memoria, es la hoja sacudida por el viento  (עָלֶ֣ה נִדָּ֔ף). Frase que aparece solo dos veces (Vaykrá 26:36 y Job 13:25) en el TaNaJ y una de ellas es en el texto que leeremos este Shabat. Frase de la cual se nutrió J.N. Bialik al escribir su poema Viudez. Frase que utilizara Milton Steinberg al describir los vaivenes de la vida de Elisha ben Abuyia.   

Y si se trata de vaivenes y fragilidades en este mundo, Parashat Be-har nos convoca a repensar nuestros intereses, nuestros objetivos y los medios que utilizamos para alcanzarlos. Hace un llamado al ser humano a detener el afán por la acumulación de bienes materiales y la manipulación indiscriminada de los recursos que la naturaleza posee y que tan generosamente nos brinda.

La sola idea de que las propiedades debían volver a sus dueños en el año del jubileo, era como una valla de contención a los emergentes especuladores, que nunca han faltado ni faltarán en ninguna sociedad. Que la tierra cultivada descansase en el séptimo año no solo era una forma de evitar el desgaste de los suelos cultivados sino también la manera de entender que el ser humano es parte de un ecosistema que para subsistir requiere que depongamos nuestros mezquinos intereses.

La posibilidad de recuperar en el término de un año, la propiedad vendida por necesidad; como así también la prohibición de prestar a interés a un hermano que cayó en desgracia, permitía pensar en una sociedad reglada para que las debilidades y flaquezas de los más vulnerables no se transformasen en la oportunidad de los más inescrupulosos. “No os hagáis mal los uno a los otros” señala nuestro texto.

Sin solución de continuidad, el Dios de la Torá reclama: No se hagan ídolos, sumérjanse libres de toda contaminación en las horas del Shabat y tengan respeto por el lugar donde reside Mi presencia. Aclaro que si bien el texto habla del Mishkán, en la mirada de Isaías (Isaias 57: 15), el lugar de Su residencia es el corazón de quienes tienen capacidad de contrición, esto es “capacidad de sentir dolor por un error cometido”.

Uno de los aprendizajes que necesitamos adquirir en nuestra tierna infancia, es el de caminar. Seguramente ninguno recuerda lo difícil que fue aprender a dar esos primeros pasos, hasta que caminar nos resultó ser tan natural como respirar.

Lo que tal vez sí recordemos, avanzada ya nuestra infancia, es cuando nuestros padres nos decían ante algún tropezón o caída: fijate dónde caminás. Justamente de esto nos habla la segunda parashá de esta semana: Bejukotai, solo que el énfasis está puesto en la manera como transitamos nuestros vínculos sociales, nuestra vida ética, como  así también nuestra vida espiritual y de los pasos que damos en nuestro derrotero interior.

«Si en mis estatutos andáis (bejukotai teleju) y guardáis mis mandamientos (ve-et mitzvotai tishmoru) y los ponéis en práctica (ve-asitem otam)». Rashi señalaba que este pasuk implica el estudio dedicado y detenido sobre los principios de la Torá con el propósito definido de ponerlos por obra.

Es interesante que nuestra parashá detalle las condiciones de la vida agrícola del pueblo, cuando aún era sólo una “comunidad en tránsito”. No solo sería necesario el trabajo de la tierra a la que se dirigían, la siembra y esperar la bendición de la lluvia “a su tiempo”, sino que además había otra labor que realizar fuera del campo: la paz con los vecinos «para que durmáis sin que nadie os atemorice”.

Si bien la mayoría de nosotros no nos dedicamos a trabajar la tierra, es tan pertinente hoy como lo fue en la época de la Torá, la necesidad de procurar la paz, trabajar en pos de ella. Nada bueno subsiste ni progresa en un medio donde la violencia ha sido y sigue siendo habitual.

En este sentido, la imagen del comienzo: la de esa hoja que es sacudida por el viento, bien puede ser aplicada a la fragilidad de un entramado social que se seguirá desintegrando a menos que reconozcamos que es nuestro deber irrenunciable acercar, dialogar, conciliar, superar y eventualmente olvidar y perdonar.   

Shabbat Shalom