Resumen Parashat Emor (FRAGMENTOS)
2 mayo, 2018
Parashat Emor (FRAGMENTOS)
Cuarenta y nueve días pasan entre el éxodo de los hijos de Israel de Egipto (Pesaj) y la revelación del monte Sinaí y la recepción de la Torá (Shavuot).
Esta travesía de siete semanas, llamada “La cuenta del Omer”, es mencionada en nuestra Parashá, Parashat Emor.
En esta época del año el pueblo de Israel se somete a un proceso de preparación interior para la recepción de la Torá, un proceso en el que se intenta romper con la inmundicia egipcia a fin de ingresar a una vida de pureza y santidad.
De acuerdo a nuestros sabios, el pueblo de Israel en Egipto se hallaba inmerso en un proceso de degeneración espiritual. Según nos enseñan, existen cincuenta pórticos de impureza, y en Egipto, los hijos de Israel llegaron hasta el pórtico número cuarenta y nueve, cercanos al punto del no-retorno.
Cada año, y con cada día que pasa de la cuenta del Omer, el pueblo de Israel se va quitando simbólicamente otra capa de impureza y en lugar de adentrarse en la inmundicia se eleva hacia las puertas de la santidad.
Este puente entre ambas fiestas nos lleva a una reflexión. Pesaj es la fiesta de la libertad física y la redención del cuerpo. Pero dicha redención no es un fin en sí mismo, sino más bien un paso hacia la renovación espiritual que propone la entrega de la Torá en el Monte Sinaí. Así como un novio cuenta los días hasta poder unirse con su amada, la nación de Israel cuenta los días que separan la redención física de la redención espiritual.
Durante estos días de festejos por los sesenta años de Israel, entre carne asada y carbones en brasa, mucho he pensado en este punto. De hecho, existe un claro paralelismo entre la liberación de Pesaj y la independencia del moderno Estado de Israel.
La independencia es -evidentemente- algo positivo en sí mismo. Pero, como sociedad…¿tenemos un programa espiritual? Como estado…¿somos realmente una “luz hacia las naciones”? ¿La independencia que hemos logrado hace sesenta años es parte de un proceso mayor, o ha sido un fin en sí mismo?
Rabino Gustavo Surazski