Parashat Tetzavé

26 febrero, 2021

Parashat Tetzavé – Rab. David Arias

La tradición judía marca determinados momentos importantes por medio del encendido de luminarias: el comienzo del Shabbat y de las festividades, la fiesta de Janucá, el fallecimiento o el aniversario de la muerte de un ser querido. Una luminaria encendida, puede llenar un lugar de luz. Un fuego ardiendo es en sí mismo, una experiencia única. Al rededor de un asado los amigos se reúnen. En el medio de un bosque, una fogata encendida hace que los amigos de concentren a su alrededor. Las llamas, las velas y el fuego han sido utilizadas como metáforas desde tiempos muy antiguos. Ninguno de ellos, ha permanecido encendido en forma constante, sin que alguien se preocupara de seguir “agregando leña al fuego”. Lo mismo debiera suceder con nuestra llama judía.

Al comenzar esta Parashá, Dios le da a Moshé la siguiente instrucción:

“Y tú habrás de ordenar a los hijos de Israel y que te traigan aceite de olivas machacadas, puro, para el alumbrado. Para encender lámparas, siempre”. (Shemot / Éxodo 27:20).

En hebreo, la última expresión del versículo guarda un significado muy particular. La frase “Para encender lámparas (luminarias), siempre”, la Torá la describe así: .להעלות נר, תמיד. “LeHaalot Ner, Tamid”. Algunos, con justa razón, dirán que esta es la fuente de la cual viene la costumbre de mantener una llama constantemente prendida en nuestras sinagogas, conocidas como “Ner Tamid”, la “Llama eterna” o la “Vela eterna”.

Pues bien, el gran comentarista Rashi, interpreta este versículo, diciendo que no es que la vela haya estado siempre encendida, y que no se consumía. El significado de la expresión “Para encender lámparas, siempre”, quiere decir en realidad que “Siempre se preocupaban de encenderla” una y otra vez. Usando la simple lógica (que no siempre va al compás del relato de la Torá) es difícil pensar que las luminarias hayan sido encendidas una única vez, sino que se hacía día tras día, noche tras noche, ese el “SIEMPRE” del que habla la Torá.

Rashi basa su comentario utilizando otras fuentes de la Torá que utilizan la palabra “Tamid”, siempre. Por ejemplo en la Parashá anterior, Terumá, vimos que existían los panes de la preposición que debían ser puestos “SIEMPRE” en el Tabernáculo. (Shemot / Éxodo 25:30). El texto no se refiere a que hayan colocado esos panes una sola vez y hayan durado eternamente, sino que eran renovados cada semana. Lo mismo sucede con el “Korbán Tamid”, el sacrificio perpetuo que era realizado tanto en el tabernáculo como el Beit HaMikdash (el Templo). Según dice la Torá, se debería realizar un “Sacrificio perpetuo, como fue ofrecido en el monte Sinai, de aroma grato, sacrificio ante D’s” (Bemidbar / Números 28:6). Nuevamente, aquí el significado de la palabra perpetuo, no quiere decir que el sacrificio se realizó una única vez y permaneció ardiendo para siempre, sino que era realizado día tras día, en forma perpetua.

Según nos lo cuenta Rashi, el concepto de que algo es “para siempre” requiere un esfuerzo constante, y no una inversión única y singular, de la que no volvemos a tener noticias. Sería como sembrar algunas semillas y regarlas sólo una vez… ese árbol nunca llegaría a crecer. En cambio, si nos preocupamos de regarlo “siempre” probablemente pueda florecer y llegar muy lejos. Y cuando aquí decimos para siempre, no nos estamos refiriendo a dejar eternamente corriendo el agua para así regar el árbol, nos referimos a una preocupación constante. Lo mismo sucede con nuestra “llama judía” con nuestra Neshamá, con nuestra alma que fue equiparada a las propias luminarias de Dios, como lo dice el libro de Mishlé (proverbios) “La luminaria de Dios, es el alma del hombre” (20:27). Hay quienes creen que es suficiente con haber hecho el Bar o el Bat Mitzvá, eso ya me hace judío. O incluso el haber nacido judío es suficiente para que mis necesidades espirituales se vean completadas. “Fui a una Tnuá”, “Soy socia del club judío”, “Fui al colegio judío”, “Me casé con un judío”, “Voy a la sinagoga para Iom Kippur”. Que nuestra alma judía permanezca encendida, depende de algo más que un hecho único y singular, va mucho más allá de un primer encendido, porque al igual que con las lámparas que eran encendidas “SIEMPRE” en el Mikdash, nuestra Neshamá es un fuego que debe ser constantemente alimentado. Creer que un solo hecho o un solo encendido será suficiente para que la vela permanezca encendida por la eternidad, nos llevará indefectiblemente a que el fuego se consuma. Al recibir la orden de Dios, Moshé comprendió de inmediato, que el fuego debía ser encendido una y otra vez, después de todo, fue él mismo el que vio el único fuego que ardía sin consumirse en la zarza ardiente, cuando habló con Dios al comenzar su labor como líder.

La llama judía que arde en los corazones de cada uno de nosotros, permanecerá encendida SIEMPRE, siempre y cuando nos preocupemos día a día de volver a encenderla. Ese sea quizás, el verdadero significado de un Ner Tamid, de una Llama Eterna.

Shabat Shalom!