Parashat Vayeshev

25 noviembre, 2021

La teshuvá de Yehudá.

Está escrito en la Mishná, en el tratado Sanhedrin 4:5 que “Quien salva/sustenta una vida, es como si salvara/sustentara el mundo entero”. En esta parashá nos enfrentamos a una turbia conspiración surgida en el seno de los hijos de Iaakov en contra de Iosef. Es incuestionable que no existe excusa alguna para tramar la muerte de un hermano, y en este episodio, Reuvén fue quien convenció a sus otros hermanos para que no dieran muerte a Iosef. Luego de estos sucesos, la historia da un giro inesperado y se centra en Yehudá. 

Se nos relata como Yehudá toma a una cananea por esposa, y esta le da tres hijos. Posteriormente, Yehudá casa al mayor de sus hijos con una mujer llamada Tamar, pero este muere sin dejar descendencia. Observando la ley de levirato, Yehudá casa a Tamar con su segundo hijo, Onán, quien muere también abruptamente al evitar engendrar hijos con Tamar. Luego de esto, Yehuda no parece convencido de entregar a su tercer hijo a dicha mujer, negándose a cumplir con lo que correspondía por derecho. 

Pero la astucia de Tamar le permitió acercarse a su suegro, haciéndose pasar por prostituta, y éste no la reconoció. Luego del encuentro íntimo, ella pidió su “pago”, pero Yehudá no tenía con qué pagar. Dejó su sello y su bastón como “prenda” y se fue. Cuando su siervo fue a llevar el respectivo pago, no la pudo encontrar, y se dio el asunto por finalizado. 

Luego de unos meses, Yehudá se entera que su nuera está embarazada, y manda a traerla para hacer justicia, dado que esta no había sido casada con su hijo menor, como correspondía hacerlo. Durante el juicio, ésta es acusada por adulterio y se le pregunta por la identidad del padre, ella no delata a Yehudá abiertamente, sino que revela a todos (Bereshit 38:25): “Llevo en mi vientre al hijo del propietario de estos objetos”, y agrega “Examinen esto: ¿A quién pertenece este bastón, esta cuerda y este sello?” 

Y en ese momento Yehudá reconoce ante todos lo sucedido, diciendo (Bereshit 38:26): “Ella es más justa que yo, dado que no la entregué a mi hijo menor Shelah”. De la unión entre Yehudá y Tamar nacen dos niños,  y a través de la descendencia de uno de ellos llegaría, en su momento, el Rey David y el Mashiaj que está por venir. ¿Qué hubiera pasado si Yehudá no hubiera hecho teshuvá y hubiera actuado con reincidente inicuidad contra Tamar? Claramente la historia de Israel sería otra. 

Así como salvar una vida equivale a salvar el mundo entero, darnos cuenta de que hemos cometido un error y reconocer que estamos a tiempo de enmendarlo nos permite salvar muchas vidas a diario. La vida de nuestros seres amados, de nuestros hijos, de nuestros vecinos, de cualquier desconocido puede correr peligro cuando nos negamos a aceptar el error. Así como nuestra soberbia puede condenar a tantos, la teshuvá y la humildad sonatributos claves para salvar mundos, y no es casualidad que el Mashiaj sea justamente un “salvador” que fue salvado por un acto de justicia y amor.

Tampoco es casualidad que en Sanhedrin 4:5 se discuta sobre la pena de muerte. No importa cuánto nos hayamos equivocado, sino cuánto podemos revertir la balanza, y el momento es ahora. Quizás este humilde acto de bondad que implica reconocerse y cambiar sea el que traiga un mejor futuro para las siguientes generaciones. 

Por Ovadia Zadik