Parashat Vayera

21 octubre, 2021

Cuando se trata de Vayerá, en nuestro interior solemos asociarla de inmediato a diversos episodios de la historia de Abraham Avinu, desde el relato de los 3 ángeles que recibió en su tienda mientras que esperaba a la puerta por si alguien le otorgaba la posibilidad de realizar la mitzvá de recepción de los visitantes, la risa de Sara tras el anuncio del hijo que habría de tener, el episodio de Sodoma y los visitantes en casa de Lot, etc… Diversos son los temas que en ella aparecen. Pero hay uno en particular que nos toca en lo más profundo de nuestro ser, al punto de que nos hagamos la pregunta: ¿Por qué está esto en la Torá? ¿De verdad es esto una enseñanza? Me refiero a ningún otro tema que el de akedat Itzhak, comúnmente traducido como “sacrificio” de Itzjak.

Este relato, que todos conocemos y que todos sabemos que por fortuna concluye con Itzhak salvado por un ángel que detuvo a Abraham, nos hace cuestionarnos: ¿Qué clase de broma cruel hace D’s para demandar el sacrificio del mismo hijo que Él mismo le concedió a una pareja de ancianos que esperaron toda su vida por tenerlo? Más aún ¿Tenía que pedirselo una vez que Itzhak hubiera crecido, de modo que todas las esperanzas de verlo formar una familia propia se hicieran añicos en los ojos de Abraham?. Ciertamente nosotros sabemos que esta era una prueba para Abraham Avinu, pero… ¿Qué habrá sentido como padre de aquel que se debía sacrificar? En su corazón, Abraham solo sabía que debía entregar a su hijo, e ignoraba por completo que Itzhak habría de ser redimido. 

Este tipo de cuestionamiento, en palabras del Rav Joseph Telushkin en “Jewish Literacy”, cobra un sentido distinto cuando enfrentamos esa situación bajo la mirada de la moralidad. Es evidente la inmoralidad de la situación, si. Pero es evidente solo cuando nos imaginamos la situación que nos trae la Torá. De hecho, sin la Torá, lo más probable es que esto podría seguir ocurriendo en el mundo. Pensemos por ejemplo en un Menelao que sacrifica a su hija a Eolo solamente para tener vientos que le permitan ir a la guerra con Troya, sin pensarlo dos veces. Debemos recordar que en un contexto en que lo habitual era sacrificar hijos a los dioses paganos, la Torá nos está trayendo un mensaje sumamente revolucionario para la época y de profundo sentido pedagógico para la humanidad: D’s no quiere sacrificios, mucho menos de seres humanos, menos aún de mano de sus padres. 

Esa radicalidad del mensaje de Akedat Itzjak vino a moldear a la civilización, al punto que hoy, incluso para las civilizaciones no occidentales, es una inmoralidad siquiera pensar en sacrificar hijos. En ese sentido, debemos dar gracias a D’s por la lección que recibimos por medio del relato de Akedat Itzhak. 

 

Shabat Shalom Umeboraj.

 

Daniel Aarón Cuper S.

Seminarista Bet Jai