Parashat Vaishlaj

18 noviembre, 2021

En la historia de  todos nuestros patriarcas, podemos observar que en algún momento en su vida en que se hacen merecedores del honor de ser patriarcas: Abraham con su búsqueda personal de D’s, Itzhak al dar el salto de fe en que aceptó su atadura en la akedá, y Yaakov… Hasta ahora, hemos visto un Yaakov que del mismo modo en que era víctima de astucias de otros, también él era quien obtenía ventaja de otros por medio de la astucia. Entonces… ¿Cuál es su mérito? En mi opinión, este es el gran momento de mérito de Yaakov avinu: vemos en Vaishlaj que aquejado por el remordimiento intenta reparar el daño que le hizo a su hermano Esav, enviando diversos regalos. Aún si por medio de regalos es imposible reparar el daño por una bendición paterna tomada de mala forma, Yaakov avinu nos muestra en su malestar interno el proceso de teshuvá “Bein adam lejaveró”, aquella teshuvá por una transgresión entre el ser humano para con otro. Es consciente del mal que realizó y de que su temor por la reacción de su hermano Esav estaba más que justificada, ya que tomó de él algo que no se podría devolver jamás, y sin embargo hace todo lo posible por resarcir en parte aquello que no se puede recuperar.

Junto con ello, hasta este momento es conocido como Yaakov, por la palabra akev, el talón del hermano del cual nació tomado. En una mirada no literal, el talón es la idea de algo torcido, o al menos algo que no es recto. Y no es casualidad el nombre que se le va a entregar en esta parashá. Diversas interpretaciones se han hecho con respecto a la lucha con “el hombre que peleó con él cuando se encontraba solo”. ¿Puedo estar solo en presencia de alguien más? ¿Voy a luchar con un perfecto desconocido? Y si de verdad era un Ángel… ¿Me iba a pelear con un ser contra el cual no tengo posibilidad alguna de prevalecer? ¿¡Y encima le voy a pedir que me bendiga!? ¡Tendría que estar completamente loco! En mi modo de comprenderlo, Yaakov no lucha contra un ángel ni contra otra persona. En realidad, Yaakov avinu se enfrenta consigo mismo, con su propio yetzer ha rá, con su propia mala inclinación que le dice “huye, no perseveres en esto. Esav está enojado, huye y salva tu vida y la de tu familia. Huye y olvídate del mal que causaste, ya está”. Continúa esa lucha interna durante toda la noche, la cual nos relata que golpeó a Yaakov en el nervio de la pierna (O tal vez destruyó su mentalidad torcida), y que luego de que Yaakov lo domina, le exige a esta “persona” que lo bendiga, y esta lo bendice diciendo “Tu nombre no será más Yaakov, sino Israel, pues has luchado con seres divinos y humanos y has vencido”. Si el lector es sagaz, notará que Israel está compuesto por dos palabras: Yashar y El, que más o menos podemos traducir como Recto en D’s o rectitud por D’s ¡Este es el momento en que Yaakov se hace merecedor de ser patriarca de nuestro pueblo, ese momento en que enfrenta a su propia tentación, su propio miedo, enfrenta en solitario a su remordimiento y toma la decisión de seguir el camino de la rectitud! 

Finalmente, Vaishlaj nos muestra que esta historia culmina, interpretaciones más, interpretaciones menos, con un reencuentro de hermanos que no solo no habría podido ocurrir si Yaakov optaba por la vía fácil, sino que habría evitado la reconciliación que merecía Israel. Por ello, el mérito de Yaakov pasa también por la enseñanza para am Israel de perseverar en la rectitud, aún cuando aparenta ser una tontería. No perseverar en ella nos quitaría el derecho de observar sus frutos.

 

Shabat Shalom Umeboraj

 

Daniel Aarón Cuper S.

Seminarista Bet Jai