Parashat Tazria-Metzora

28 abril, 2017

Demasiado a menudo nuestra percepción de las creaciones y obras de Dios asume un sentimiento de completud y perfección. Tendemos a poner una desmedida parte de responsabilidad sobre los hombros de Dios, figurativamente hablando – argumentando que el compromiso de Dios con la creación necesariamente implica lo total. Esta semana nuestra Parashá, Tazria-Metzorá, sin embargo nos demuestra lo contrario; a los humanos se nos ha ordenado completar la creación y entrar en una sociedad con Dios. Esta lección es evidente desde el comienzo de Parashat Tazria, que enseña, “al octavo día circuncidarás la carne [de un recién nacido varón] de su prepucio.” ¿Por qué hace Dios la deliberada elección de crear a los varoncitos sin circuncidar? ¿Qué nos enseña este acto acerca del significado del brit milá – tanto para el acto específico de la circuncisión como más en general, en cuanto a la esencia del judaísmo?
Génesis 2:3 “Y bendijo Dios al séptimo día y lo santificó porque Dios cesó en toda la obra que había creado para hacer.” [1] Al igual que la semilla de la mostaza requiere ser endulzada… y el trigo requiere ser molido, los humanos también requieren ser mejorados.”
Lejos de transmitir un sentimiento de finitud, el midrash expresa la dedicación y conciencia de Dios al dejar a algunas de sus obras creativas incompletas. La acción humana es necesaria para completar la tarea, creando de este modo una sociedad entre Dios y los humanos. Para el Rabino Miller, esta enseñanza no está solamente limitada a la tradición de brit milá. El mensaje es más amplio y profundo: “[uno] no debería quedarse satisfecho con la sabiduría y rasgos de personalidad con los que nació; sino al igual [que un bebé de sexo masculino] requiere ser mejorado por medio de la circuncisión [una persona] necesita un constante agregado de sabiduría y progreso en mejorar su personalidad.” (Miller, A Kingdom of Cohanim, 125 – Un reino de sacerdotes).
El Brit Milá se convierte así en un poderoso símbolo del compromiso humano en refinar a la creación divina. El acto por excelencia de reconocer el pacto entre Dios y los humanos no puede ser llevado a cabo hasta que los humanos se comprometan activamente. Lo mismo se puede decir de otras áreas de nuestras vidas.
La Torá coloca el don de 613 mitzvot en nuestras manos. Son poco más que palabras sobre un pergamino sin actores humanos para animarlas y cumplir con los sagrados mandamientos. En última instancia, si queremos construir un sentimiento de kehilá kedoshá, comunidad sagrada, en nuestras vidas, tiene que estar enraizada en esta idea de la sociedad entre nosotros y Dios.
RABINO MATHEW BERKOWITZ (Director de los programas de Israel del JTSA)
Fuente: www.masorti.org.uk