PARASHAT KI TETZÉ
7 septiembre, 2022
Los límites del Amor
En una parashá cargada con leyes, una en particular es completamente fascinante. Esta es:
Si un hombre tiene dos esposas, una amada y otra despreciada [Snuá, literalmente “odiada”], y ambas, la amada y la despreciada le dan hijos pero el primogénito se lo da la despreciada, y luego le hereda su propiedad a sus hijos, no debe darle los derechos de primogénito al hijo de la esposa amada con preferencia por sobre su primogénito real, el hijo de la esposa despreciada. Debe reconocer [los derechos legales del] primogénito de su esposa despreciada y darle una doble porción de todo cuanto tiene, pues él es el primero de la fuerza de su padre. El derecho de nacimiento es legalmente suyo. (Deut. 21:15-17)
La ley tiene un sentido eminente. En el Israel bíblico el primogénito tenía derecho a doble porción en la herencia de su padre. Lo que la ley nos dice es que esto no es algo que quede a la discreción del padre. El no puede elegir transferir este privilegio de un hijo a otro, en particular él no puede hacer esto favoreciendo al hijo de la esposa amada si de hecho el primogénito vino de otra esposa.
Las tres leyes de apertura – una mujer tomada por cautiva en el curso de una guerra, la ley del derecho de los primogénitos, y la del “hijo contumaz y rebelde” – son todas referentes a disfunciones dentro de la familia. Los sabios dijeron que fueron dadas en este orden para indicar que quien toma cautiva a una mujer sufrirá tensiones en casa, y el resultado será un hijo delincuente. En el Judaísmo el matrimonio es visto como el fundamento de la sociedad. El desorden en él lleva al desorden en otros lugares. Hasta aquí, está claro.
Lo que resulta extraordinario en esto es que parece estar en el más agudo conflicto posible con un importante relato de la Torá, específicamente el de Yakov y sus dos esposas, Rajel y Lea. Ciertamente la Torá, por el uso de su lenguaje, hace inconfundible el vínculo entre estos dos pasajes. La contraposición de opuestos, ahuvá/snuá, “amada “ y “despreciada”. Este es precisamente el modo en que la Torá describe a Rajel y Lea.
Recordemos el contexto. Huyendo de la casa hacia la de su tío Labán, Yakov se enamora a primera vista de Rajel y trabajó siete años por tomar su mano en matrimonio. En la noche del matrimonio, sin embargo, Labán sustituyó a Rajel por su hija mayor, Lea. Cuando Yakov se quejó, “¿Por qué me has engañado?” Labán respondió, con ironía intencional, “No es nuestra costumbre local entregar a la menor antes que a la mayor”. Yakov entonces accedió trabajar otros siete años por Rajel. La segunda boda se llevó a cabo apenas una semana después de la primera. Leemos a continuación:
Y [Yakov] fue donde Rajel, y también amó a Rajel más que a Lea … D’s vió que Lea era despreciada [odiada / Snuá] y Él abrió su vientre, pero Rajel permaneció estéril” Gen. 29:30-31
Lea llamó a su primogénito Reuben, pero su dolor por permanecer menos amada permaneció, y leemos esto sobre el nacimiento de su segundo hijo:
Ella quedó embarazada nuevamente y tuvo un hijo. ‘D’s ha escuchado que era despreciada [Snuá]’, dijo, ‘y Él también me dió este hijo’. Ella llamó al niño Shimón. Gen. 29:33
La palabra Snuá aparece solamente seis veces en la Torá, dos veces en el pasaje previo sobre Lea, cuatro veces en nuestra parashá en conexión con la ley de derechos del primogénito.
Existe una conexión aún más fuerte. La inusual frase “primero de la fuerza [de su padre]” aparece solamente dos veces en la Torá, aquí (“pues él es el primero de la fuerza [de su padre]”) y en relación a Reuben, primogénito de Lea:
“’Reuben, tu eres mi primogénito, mi poder y primero de mi fuerza, primero en rango y primero en poder” Gen. 49:3
Debido a este sustantivo en los paralelos lingüísticos, el lector sagaz no puede evitar escuchar en la ley de nuestra parashá un comentario retrospectivo sobre la conducta de Yakov cara a cara con sus propios hijos. Y sin embargo, esa conducta parece haber sido precisamente el opuesto de lo que se legisla aquí. Yakov si le transfirió el derecho de primogenitura de Reuben, su verdadero primogénito, hijo de la despreciada Lea, a Yosef, el primogénito de su amada Rajel. Esto es lo que le dijo a Yosef:
“Ahora, tus dos hijos que nacieron en Egipto antes de que yo venga aquí serán considerados como míos. Efraim y Menashé serán serán tal como Reubén y Shimón para mí.” Gen. 48:5
Reuben debía haber recibido una doble porción, pero en su lugar, esto fue para Yosef. Yakov reconoció a ambos hijos de Yosef con el derecho de herencia de una porción completa. Así Efraim y Menashé se convirtieron en tribu por derecho propio. En otras palabras, pareciera que tenemos una clara contradicción entre Deuteronomio y Génesis.
¿Cómo se supone que resolvemos esto? Podría ser, a pesar del principio rabínico de que los patriarcas guardaban toda la Torá antes de que fuera entregada, esto es solo una aproximación. No toda ley fue precisamente la misma antes y después de Sinaí. Por ejemplo, Ramban nota que la historia entre Tamar y Yehudá pareciera describir una forma ligeramente distinta de matrimonio por levirato de aquel descrito en Deuteronomio.
En todo caso, esta no es la única contradicción aparente entre Génesis y la ley posterior. Hay otros, no siendo uno menor el hecho de que Yakov se casó con dos mujeres hermanas entre sí, algo categóricamente prohibido en Levítico 18:18. La solución de Ramban – una elegante, fluyendo de su radical mirada sobre la conexión entre la ley Judía y la tierra de Israel – es que los patriarcas observaban la Torá solamente cuando estaban en Israel mismo. Yakov se casó con Lea y Rajel fuera de Israel, en la casa de Labán en Jarán (en la actual Turquía).
Abarbanel entrega una explicación bastante distinta. La razón por la que Yakov transfiere la doble porción de de Reubén a Yosef fue que D’s le dijo que lo hiciera. La ley en Devarim es por lo tanto declarada para dejar en claro que el caso de Yosef fue una excepción y no un precedente.
Ovadia Sforno sugiere que la prohibición de Deuteronomio se aplica solamente cuando la transferencia de derecho de primogenitura ocurre porque el padre favorece a una esposa por sobre a la otra. No se aplica cuando el primogénito ha sido culpable de una transgresión que implicaría la renuncia de la primogenitura. Esto es lo que Yakov quiso decir cuando, en su lecho de muerte, dijo a Reuben: “Inestable como el agua, no serás más el primero, pues subiste al lecho de tu padre, sobre mi cama y la desecraste.”(Gen. 49:4). Esto es declarado explícitamente en el libro de Crónicas cuando dice que “Reuben… era el primogénito, pero cuando desecró la cama matrimonial de su padre, sus derechos de primogénito fueron entregados a Yosef, hijo de Israel.” (1 Cron.5:1).
No es imposible, sin embargo, de que exista una explicación completamente distinta. Lo que hace única a la Torá es que es un libro sobre ambas, ley (sentido primario de “Torá”) e historia. En otros lugares estos son géneros totalmente distintos. Está la ley, la respuesta a la pregunta, “¿Qué podemos y no podemos hacer?” Y está la historia, una respuesta a la pregunta “¿Qué ocurrió?” No hay una relación obvia entre estas dos para nada.
No es así en el Judaísmo. En muchos casos, especialmente en mishpat, la ley civil, hay una conexión entre ley e historia, entre lo que ocurrió y lo que debemos y no debemos hacer. Mucho de la ley bíblica, por ejemplo, emerge directamente de las experiencias de esclavitud de los Israelitas en Egipto, como diciendo: Esto es lo que nuestros ancestros sufrieron en Egipto, por lo tanto no hacemos lo mismo. No oprimas a tus trabajadores. No conviertas a un Israelita en un esclavo por toda su vida. No dejes a tus servidores y empleados sin un día de descanso semanal. Así sucesivamente.
No toda la ley bíblica es así, pero algunas partes ciertamente lo son. Representa a la verdad aprendida de la experiencia, la justicia moldeada por las lecciones de la historia. La Torá toma el pasado como guía para el futuro: a menudo positiva, pero a veces también negativa. Génesis nos relata, entre otras cosas, que el favoritismo de Yakov hacía Rajel por sobre Lea, y y por el primogénito de Rajel, Yosef, por sobre el primogénito de Lea, Reubén, fue causa de la prolongación de la rencilla al interior de la familia. Esto llevó a los hermanos a casi matar a Yosef y a finalmente venderlo como esclavo. Según Ibn Ezra, el resentimiento percibido por los descendientes de Reubén permaneció por varias generaciones, y fue la razón por la que Darán y Aviram, ambos Reubenitas, fueron figuras clave en la rebelión de Koraj.
Yakov hizo lo que hizo como una expresión de amor. Sus sentimientos por Rajel eran abrumadores, cómo lo fue por Yosef, el hijo mayor de Rajel. El amor es central en el judaísmo: no solo el amor entre marido y mujer, padre e hijo, sino que también el amor por D’s, por el prójimo y el extranjero. Pero el amor no es suficiente. Debe también existir la justicia y la aplicación imparcial de la ley. La gente debe percibir que la ley es justa. No se puede construir una sociedad solamente sobre el amor. El amor une, pero también divide. Deja al que es menos amado sintiéndose abandonado, que se ha Sido negligente, despreciado, “odiado”. Puede dejar a su paso rencillas, envidia y una espiral de violencia y revancha.
Esto es lo que la Torá nos relata cuando usa la asociación de palabras para vincular la ley de nuestra Parashá con la historia de Yakov y sus hijos en Génesis. Nos enseña que la ley no es arbitraria. Está enraizada en la experiencia de la historia. La ley es en sí misma un tikún, una forma de corregir algo que estuvo mal en el pasado. Debemos aprender a amar; pero también debemos conocer los límites del amor, y la importancia de la justicia como equidad entre las familias de la sociedad.
¡Shabat Shalom!
Rab. Jonathan Sacks