Parasha Tazría

1 abril, 2022

PALABRAS QUE SANAN

La película “Un buen día en el vecindario” (2019), cuenta sobre un periodista, Lloyd Vogel (Matthew Rhys), un alma atormentada, que disfrutaba criticar y destruir la imágen de las personas que debía presentar. Recibe a regañadientes el encargo de una revista para la que escribe, de indagar en la figura del legendario Fred Rogers (Tom Hanks), una adorada estrella del entretenimiento infantil durante varias generaciones. La empatía, amabilidad y decencia de Fred desarman, a través de la conversación en una entrevista, a Vogel y le obligan a examinar su propia vida y conflictos. Esta película es una celebración del poder de la bondad humana para sanar corazones rotos, ilustrando de manera estimulante, el poder del diálogo para sanar o herir. Esto, de acuerdo a nuestros sabios, es el tema de Tazría y Metzorá, dos parshiot que suelen leerse juntas. Tzaraat, la condición dermatológica cuyo diagnóstico y purificación que forma el tema central de las parshiot, era un castigo por el “lashón ha ra”, el hablar mal de alguien, y la palabra de la siguiente parashá de Metzorá, para aquel que padece tal condición, se decía que era una abreviación de la frase motzí shem ra, aquel que habla de modo difamatorio. El texto clave que nuestros sabios trajeron fue el caso de Miriam, quién habló de mal modo de Moshé, y como resultado fue castigada con Tzaraat. Y Moshé alude a este incidente años más tarde, estimulando a los Israelitas a que lo tomen en serio:

“Recuerden lo que El Señor su Dios hizo a Miriam a lo largo del camino por el que vinieron de Egipto” (Deuteronomio 24:9)

El Judaísmo, he sostenido, es una religión de palabras y silencios, de hablar y escuchar, comunicar y poner atención. Dios creó el Universo con la palabra – “Y Él dijo… y hubo…” – y nosotros creamos el universo social con las palabras, por medio de promesas con las cuales nos comprometemos a obligaciones para con otros. La revelación de Dios en Sinaí fue por medio de la palabra – “Ustedes escucharon el sonido de palabras pero no vieron forma; solo hubo una voz” (Deuteronomio 4:12). Toda otra religión antigua tuvo sus monumentos de ladrillos y iedra; Los Judíos, exhiliados, solo tenían palabras, la Torá que llevaron con ellos donde sea que fueran. La suprema mitzvá en el Judaísmo es el Shemá Israel, “Escucha Israel”. Pues Dios es invisible y no hacemos íconos. No podemos ver a Dios; No podemos oler a Dios; no podemos tocar a Dios; no podemos saborear a Dios. Lo único que podemos hacer es oír con la esperanza de escuchar a Dios. En el Judaísmo, escuchar es un arte altamente religioso.

O debiera serlo. Lo que Tom Hanks nos muestra en su representación de Fred Rogers es la de un hombre que es capaz de poner atención a otras personas, escucharlas, hablarles gentilmente de un modo que es poderosamente convincente sin ser ni por un momento blando o creyente de que todo está bien en el mundo o con ellos. El motivo por el que esto es interesante e importante es porque es difícil saber cómo escuchar a Dios si no sabemos escuchar a otras personas. ¿Y cómo podríamos esperar que Dios nos escuche cuando somos incapaces de escuchar a otros?

Este tema del lenguaje y su impacto en la gente se ha vuelto masivamente amplificado por la difusión del uso de smartphones y las redes sociales y su impacto, especialmente en la gente jóven y en el tono completo de las conversaciones públicas. Los abusos online son la plaga de nuestra época. Esto ha ocurrido por la facilidad e impersonalidad de la comunicación. Le ha dado crecimiento a lo que ha sido llamado el efecto de desinhibición: La gente se siente con mayor libertad de ser cruel y cruda de lo que serían en una situación cara a cara. Cuando estás en la presencia física de alguien, es difícil olvidar que el otro es un humano vivo que respira igual que nosotros, con sentimientos como los nuestros y vulnerabilidades como las nuestras. Pero cuando no estás ante otro, todo el veneno dentro de ti puede filtrarse, a veces con efectos devastadores. El número de suicidios adolescentes e intentos de suicidio se ha duplicado en los últimos 10 años, y muchos se lo atribuyen a los efectos de las redes sociales. Rara vez las leyes de lashón ha Ra fueron más adecuadas o necesarias.

    Un bello día en el barrio ofrece un comentario fascinante  sobre un viejo debate en el Judaísmo, uno discutido por Maimónides en el sexto de sus shmone prakim, sobre quién es más grande, el jasid, el santo, la persona naturalmente buena, o ha-moshel be nafshó, aquel que no es naturalmente santo en nada salvo por prácticas de autocontrol y supresión de elementos negativos de su carácter. Es precisamente esta pregunta, cuya pregunta no es obvia, la que le da ese filo a la película.

Los rabinos dijeron algunas cosas severas sobre el lashón ha Ra. Es peor que los tres pecados cardinales – Idolatría, adulterio y derramamiento de sangre – combinados. Mata a tres personas: el que lo habla, el que lo escucha y el que lo recibe. Yosef recibió el odio de sus hermanos porque habló negativamente de algunos de ellos. La generación que salió de Mitzraim fue denegada de ingresar a la tierra por haberla difamado. Quien habla lashón ha Ra se dice de él que es como un ateo.

Creo que necesitamos las leyes de lashón ha Ra ahora más que nunca antes. Las redes sociales están empapadas de odio.

El lenguaje de la política se ha convertido en as hominem (insultante, degradante) y vil. Pareciera que nos hemos olvidado del mensaje de estas parshiot, Tazría y Metzorá, vienen a enseñarnos: Que difamar es una plaga. Destruye relaciones, pisotea los sentimientos de la gente, le quita sentido al espacio de diálogo, convierte la política en una justa entre egos que compiten y profana todo lo que es sagrado en la vida común. No tiene que ser así.

La película “Un buen día en el vecindario” muestra como el hablar bien puede sanar ahí donde el mal-hablar daña.

 

¡Shabat Shalom!

Rabino Jonathan Sacks Z.L.

(Esta Parashá ha sido traducida y adaptada para nuestra Comunidad por el Seminarista Dani Cuper).