Parasha Mishpatim

13 enero, 2022

Nuestra parashá nos lleva a una transición desconcertante. Hasta ahora, el libro de Shemot nos ha llevado con el arrastre y el drama de la narrativa: La esclavitud de los israelitas, su esperanza de libertad, las plagas, la obstinación del Faraón , su escape por el desierto, el cruce del Mar Rojo, el viaje al Monte Sinaí y el gran pacto con Dios.

De pronto, nos encontramos de frente a un tipo de literatura totalmente distinto: Un código legal que cubre una desconcertante variedad de temas, desde la responsabilidad por daños a la protección de la propiedad, leyes de justicia, Shabat y festividades. ¿Por qué aquí? ¿Por qué no continuar la historia que nos lleva al próximo gran drama, la transgresión del becerro de oro? ¿Por que interrumpir el flujo del relato? ¿Y que tiene que ver esto con el liderazgo?

La respuesta es: Grandes líderes, sean CEOs o humildes padres, tienen la habilidad de conectar la gran visión con los detalles altamente específicos. Sin la visión, los detalles son sencillamente cansadores. Existe una bien conocida historia de tres trabajadores empleados en la labor de tallar piedras. Cuando se les pregunta qué están haciendo a cada uno de ellos, uno responde “tallando piedras”, el otro “ganandome la vida” y el tercero “construyendo un palacio”. Aquellos que entienden la gran imagen toman con orgullo su trabajo y trabajan con más esfuerzo y mejor. Los grandes líderes comunican una visión.

Pero también son meticulosos, incluso perfeccionistas, cuando se trata de los detalles. Tomás Edison hacía la famosa declaración de que “Genialidad es uno por ciento inspiración, noventa y nueve por ciento transpiración”. Es la atención al detalle la que separa a grandes artistas, poetas, compositores, directores de cine, políticos y líderes corporativos de aquellos que se encuentran en el promedio. Quien haya leído la biografía de Walter Isaacson o la del fallecido Steve Jobs sabrá que tenían una atención por los detalles que rozaba con lo obsesivo. Jobs insistía, por ejemplo, en que todas las tiendas de Apple debían tener escaleras de cristal. Cuando se le dijo que no existía vidrio lo suficientemente fuerte, insistió en que se inentase, que es lo que ocurrió (Y tuvo la patente de ese cristal)

La genialidad de la Torá fue aplicar este principio a la sociedad en su totalidad. Los israelitas atravesaron una serie de eventos transformadores. Moshé sabía que nada así había ocurrido anteriormente. También sabía, por Dios, que nada de ello fue accidental o incidental. Los israelitas habían experimentado la esclavitud para que aprendieran a amar la libertad. Sufrieron para saber lo que se siente estar del lado equivocado de la opresión del poder tiránico. En el Monte Sinaí, Dios, a través de Moshé, les confirió una misión declarada; Convertirse en “Un reino de sacerdotes y una nación santa”, bajo la soberanía única de Dios. Debían crear una sociedad construída sobre principios de justicia, dignidad humana y respeto por la vida.

Pero ni los eventos históricos ni los ideales abstractos – ni siquiera los amplios principios de los Diez Mandamientos – son suficientes para sostener a una sociedad en el largo plazo. Ese es el destacado proyecto de la Torá: Traducir la experiencia histórica e una legislación detallada, de modo que los israelitas vivieran lo que aprendieron en la experiencia diaria, tejiendolo en el mismísimo tejido de la vida social. En la parashá Mishpatim, la visión se convierte en el detalle, y la narrativa se convierte en ley.

Entonces, por ejemplo: “Si compras un siervo hebreo, te servirá por seis años. Pero en el séptimo, saldrá libre, sin pagar nada” (Ex 21:2-3). De una sola pincelada, en esta ley, la esclavitud se convierte, de una condición de nacimiento en una circunstancia temporal – de un quien eres a una situación temporal de lo que haces. La esclavitud, la amarga experiencia de los israelitas en Egipto, no podía ser abolida de un día para otro. No pudo ser abolida incluso en los Estados Unidos hasta la década de 1860, e incluso en ese momento, no sin una devastadora guerra civil. Pero esta ley de nuestra parashá es el inicio de ese largo camino.

Del mismo modo la ley “Aquel que golpea a su esclavo o esclava con una vara debe ser castigado si el esclavo muere como resultado de ello” (Ex 21:20). El esclavo no es una mera propiedad. Todos tienen el derecho a la vida.

En modo similar la ley de Shabat declara: “Seis días traajaras, pero en el séptimo no trabajarás, para que tu buey y tu burro puedan descansar, y para que el esclavo nacido en tu casa y el extranjero que vive entre ustedes pueda descansar.” (Ex 23:12). Un día de cada siete los esclavos debían respirar el aire de la libertad. Las tres leyes prepararon el camino para la abolición de la esclavitud, incluso si habría de tomar más de tres mil años.

Hay dos leyes que se relacionan a la experiencia de la opresión de los israelitas como minoría: “No maltrates ni oprimas al extranjero, pues extranjero fuiste en Egipto” (Ex 22:21) y “No oprimas al extranjero; ustedes saben lo que se siente el ser extranjeros, pues extranjeros fueron en Egipto” (Ex 23:9)

Y hay leyes que evocan otros aspectosde la experiencia del pueblo en Egipto, como es “No sacarás provecho de la viuda ni el huérfano. Si lo haces y ellos claman por mi, ciertamente escucharé su clamor” (Ex 22:21-22). Esto nos recuerda el episodio al inicio de Éxodo, “Los israelitas gemían en su esclavitud y clamaron, y su grito por ayuda por causa de su esclavitud ascendió a Dios” Dios escuchó su gemido, y recordó Su pacto con Abraham, con Isaac y con Iakov. Y Dios vió a los israelitas y se preocupó por ellos.” (Ex 2:23-25)

En un famoso artículo escrito en 1980, el profesor de derecho de Yale, Robert Cover, escribía “Nomos y narrativa”. En ello se refería a que debajo de cada ley de cualquier sociedad hay un conocimiento, una visión de un orden social ideal que la ley debe crear. Y detrás de cada conocimiento hay una narrativa, una historia del por quélos visionarios de una sociedad o grupo vino a tener una visión específica del orden ideal que intentaron construir.

Los ejemplos de Cover son ampliamente tomados de la Torá, y la verdad es que su análisis suena menos como una descripción de la ley como tal que una descripción del fenómeno único que conocemos como Torá. La palabra “Torá” es intraducible porque significa varias cosas distintas que solo aparecen juntas en el libro que lleva ese nombre.

Torá significa “ley”. Pero también “enseñanza, instrucción, guía” o, en sentido general, “dirección”. También es el nombre de los cinco libros, de Génesis a Deuteronomio, que contienen la narrativa y la ley.

En general, ley y narrativa son dos géneros literarios con poca superposición. La mayoría de los libros legales no contienen narrativas, y los que narran algo no contienen ley., Además, como el mismo Cover sostiene, incluso la gente en Reino Unido y Estados Unidos hoy conocen la historia detrás de la ley, pero no hay un texto canónico que las reuna. En cada sociedad hay un modo distinto de contar una historia. Y por lo demás, la mayoría de las leyes se aplican sin una declaración del por qué de las mismas, que deseaban lograr o que experiencia histórica llevó a su aplicación.

La Torá es única en su Nomos y narrativa, historia y ley, las experiencias de formación de una nación y el modo en que intenta vivir su vida colectiva y no olvidar las lecciones aprendidas en el camino. Reúne la visión y el detalle de un modo insuperable.

Ese es el modo en que debemos guiarnos si queremos que la gente se nos una, entregando lo mejor de sí. Debe haber una visión que nos inspire, que nos cuente el por qué debemos hacer lo que se nos pide hacer. Debe existir una narrativa: Esto es lo que ocurrió, estos somos nosotros y este es el motivo por el que la visión es tan importante para nosotros. Luego debe existir la ley, el código, la fastidiosa atención al detalle, aquello que nos permite traducir la visión a la realidad convertir el dolor del pasado en bendiciones para el futuro. Esa extraordinaria combinación, que no se puede encontrar en casi ningún otro código legal, es lo que le entrega a la Torá su inagotable poder. Es un modelo para todos aquellso que buscan guiar a la gente a la grandeza.

 

Rabino Jonathan Sacks Z.L.