Resumen Parashat Behar Bejukotai
7 mayo, 2021
Behar Bejukotai
Residentes y Forasteros
Parashat BeHar que leemos esta semana contiene una detallada mención de leyes concernientes a la Shemitá y al Jubileo (Iovel).
Quisiera hoy referirme a uno de los versículos que sirve de fundamento a ambos preceptos. Dice la Torá en nuestra Parashá: “Y la tierra no será vendida a perpetuidad, porque Mía es la tierra, porque forasteros y residentes sois para Mí” (VaIkrá 25, 23).
Este versículo es de difícil comprensión. ¿Cómo debiéramos entender la expresión “forasteros y residentes”? Si alguien es forastero…¿cómo es posible que se lo defina como residente? Si alguien es residente…¡entonces no es forastero!
Muchos fueron lo comentaristas que se refirieron a esta llamativa expresión a lo largo de las generaciones.
Rabí Iaakov Krantz, el célebre Maguid de Duvno, nos regala un muy profunda reflexión al respecto. A su entender, Di-s está diciendo aquí a los hijos de Israel:
“Si ustedes se sienten en este mundo cual forasteros, y asumen que su estancia en este mundo es sólo pasajera…Entonces Yo seré residente entre ustedes, y podran gozar de la presencia de Mi divinidad.
Mas, si ustedes se comportan en este mundo cual residentes, suponen con soberbia que su estancia en este mundo será eterna, y no temen la llegada del día del Juicio, entonces…¡Yo seré el forastero entre ustedes!
Entre nosotros –dice Di-s- siempre uno será residente y el otro será forastero”.
El Maguid de Duvno se refiere aquí a dos maneras difrentes de ver el mundo. Los hombres pueden asumir que este mundo es una vivienda transitoria o permanente. De hecho los mortales conviven a diario con ambas sensaciones. Si se analiza la situación racionalmente, el hombre llegará rápidamente a la conclusión de que su vida es efímera y que este mundo es tan solo una morada pasajera. La razón nos indicará que nada podremos llevarnos de este mundo, a excepción de nuestras buenas obras.
No obstante, no siempre el hombre obra en consecuencia y anda por la vida persiguiendo honores, dineros y otras adquisiciones que supone eternas pero que son –en definitiva- fugaces como su propia vida.
El Midrash trae en Kohelet Rabá una interesante parábola al respecto.
Está escrito: ‘Así como salió del seno de la madre, así volverá desnudo como vino’ (Kohelet 5:14).
Erase un zorro que encontró un viñedo que estaba totalmente cerrado. Vio una pequeña abertura, y quiso ingresar a través de ella, pero no podía. ¿Qué hizo? Ayunó tres días hasta que adelgazó y entonces pudo entrar. Comió y engordó considerablemente. Quiso salir. ¡No podía! ¿Qué hizo? Volvió a ayunar varios días hasta que volvió a estar flaco como antes. Cuando salió se dio vuelta, miró al viñedo y dijo: “¡Viñedo, viñedo! ¿Qué bueno que eres y cuán encantadores son tus frutos! Todo lo que hay en tí es precioso, ¿pero qué provecho he tenido de tí? Así como se entra se sale. A esto se parece el mundo… (Kohelet Rabá 5).
Una lectura rápida del midrash puede llevarnos a la errónea conclusión de que el autor del mismo ha sido atacado por el pesimismo y la desesperanza. Sin embargo, una segunda lectura nos llevará a la inevitable conclusión de que el midrash está en lo cierto.
Cuando la Torá dice “Mía es la tierra, porque forasteros y residentes sois para Mí”, en realidad nos quiere decir: “No se comporten en este mundo cual dueños de casa. No hay hombre que pueda llevarse de este mundo bien alguno”.
Se cuenta que después de la Guerra de los Seis Días, tiempos en los cuales Israel conquistó Jerusalem Oriental de manos jordanas, un magnate judío de bienes raíces adquirió los terrenos de una antigua base militar jordana de la cual solía atacarse a la población israelí en los años previos a la guerra.
El hombre no tenía en claro lo que iría a hacer con dicha propiedad. Por ello dicidió prestar por un tiempo dichos terrenos a una institución educativa israelí.
La ceremonia de inauguración de la nueva sede académica fue sumamente emotiva. Todo el mundo estaba encantado de que el mismo lugar que alguna vez fue un bastión del terror se había convertido en una institución educativa hebrea.
Un general del ejército de Israel fue el orador invitado.
Después de mencionar las virtudes del filántropo y de la institución, finalizó su discurso con la siguiente aseveración: “Imaginen”, exclamó. “Sólo hace unas semanas, esta tierra era jordana. Pero ahora -añadió triunfante- ¡esta tierra es nuestra!” De repente, una voz interrumpió al orador. Fue nada menos que el propio filántropo. “Ben-Uzi!” dijo. “Esta tierra no es nuestra…¡Esta tierra es mía!”.
Supongo que ese es el mensaje divino al decir “forasteros y residentes sois para Mí”. ¿Han venido a heredar la tierra? Sepan que solo sois forateros. ¡La tierra es mía!
Rab. Gustavo Surazski.